Por alguna extraña razón hipertextual, me encontré en internet con un listado de “nuevos artistas que van a cambiar el mundo en 5 años” o algo así. Obviamente, los artistas de la lista deben ser muy famosos en su casa a la hora de comer (para la cena, la mamá les pide la cédula).

Entre estos sujetos había uno que me llamó la atención, principalmente por el nombre. Casi que parecía un apodo bogotano: Fantastic Negrito. Un californiano (negro, claro) con un sonido retro, que uno casi que siente el llanto de un grupo de esclavos negros en alguna plantación de algodón del sur de USA, muy blues, pero como blues post-punk semi-jazz (me gusta ese término, más rebuscado no se puede). El sujeto ha sacado un EP y un par de sencillos por ahí. Esta es Honest Man.

Yo tenía una granja en África... Bueno, no, mentiras. yo tenía un programa de radio en el instituto y ¿sabes qué sintonía tenía? La BSO de Blade Runner. Ese saxo (taaaaan ochentero) era irrresistible y más oído en la penumbra del sotáno del instituto, forrado de hueveras para que no resonara el estudio.

Esa canción, Sean Young desenredándose el pelo, es la imagen perfecta del enamoramiento.



Resulta que en la música popular, pero hecha por la misma gente (como la champeta), hay otro ritmo que siempre me ha atraído morbosamente y que tiene un origen parecido: el funk carioca. Lo que me atrae profundamente de la champeta o del funk carioca o de la salsa choke es lo punk: do it yourself.

En el caso del funk carioca, son unos DJs de favela que, algunos, viajan a Miami y se enamoran de un tipo de house con hip-hop y lo tratan de imitar en Rio de Janeiro. Pero no son DJs de élite, sino gente de barriada, como tu o como yo. Miami Bass se llama el ritmo y comienzan a montarla ellos mismos, a moldearla y a combinar eso con líricas y baile, siempre, el baile.

Se parece a la champeta en lo vulgar, lo obsceno y lo simple. Y hay una canción particular que me gusta mucho y que, incluso, poníamos en el bar con buenos resultados.

Querido público, de Malha Funk, la canción Vira de ladinho.



Se me hace muy extraño que no conozcas la canción... Junto a "Llamando a la Tierra" catapultó a la fama a M-Clan, un grupo de Murcia. El cantante de llama Carlos Jarque y es todo un personaje, con una voz que ha evolucionado bastante (para bien) desde los inicios.Han pasado de hacer versiones de clásicos americanos a canciones propias con mucho gusto, con "fundamento".

Aquí cuando conoces a una Carolina es habitual pensar en "pues trátame bien", a raíz de la letra de la canción. He escogido un directo porque suenan mucho mejor que en enlatado, y aquí encuentras a Fito Cabrales, el líder de Fito y los Fitipaldis (ese grupo queda para otro día).

Dedicado a todas las Carolinas:


La primera vez que estuve en San Andrés, una isla colombiana en medio del Caribe, escuché un ritmo llamado “Terapia”. En un hotel, con vista al mar, con un destornillador en la mano (me refiero al coctel), se presentaba un grupo de música terapia. La Terapia, es un ritmo muy básico, hijo de la soka y el calipso jamaiquino. A mi siempre me había parecido algo muy tonto y repetitivo, pero en medio de la playa, el calor, la gente bailando, los músicos, etc, pues suena muy bien. Esa terapia aterriza en la costa colombiana, junto con el raggamuffin (o dancehall) de Jamaica y otras vertientes totalmente africanas provenientes de un antiguo palenque (los sitios donde se escondían los negros cimarrones o esclavos que se escapaban de sus amos) oculto por varias montañas en el departamento de Bolivar: San Basilio de Palenque.

San Basilio es un bastión de la africanidad, porque estuvieron aislados 100 años del resto del país, ocultos, manteniendo sus raíces. Esa fuente alimenta a las negritudes de Cartagena, y allí nace la Champeta, que es un ritmo aún más básico, hecho para acompañar a los picós (una abreviación de pick-up, es decir, una camioneta de platón) que son superparlantes que se transportan en esas camionetas y recorren los pueblos llevando música y rumba, al estilo de los SoundSystem jamaiquinos.Y al estilo de los jamaiquinos y el Dub, la champeta es una creación local, primitiva, de DJs y MCs. Por supuesto, al ser de origen tan popular, en una ciudad tan elitista como Cartagena, todo lo que tenga que ver con champeta es vulgar, obsceno, inferior. “Champetudo" era un adjetivo de desprecio en los 80s y 90s (aún hoy lo es).

Cuando ese ritmo llega a Bogotá, también es calificado de obsceno y vulgar, pero, con la revitalización de lo popular en los 2000’s se vuelve muy comercial. Este es el mejor ejemplo. No me hagas dar más explicaciones sobre el título para no avergonzarme.

Hablando de Cortázar ¿sabes que Antònia Font tiene una canción inspirada en Rayuela? Se llama Mecanismes: si te fijas en la letra (que está en catalán) describe la escena del principio, con el paraguas perdido y desmontado... Antònia Font es aquel grupo mallorquín de los que ya te había hablado, con un pop surrealista bien interesante.

"Aquel paraguas viejo que sacrificamos en un barranco del Parc Montsouris, un atardecer helado de marzo. Lo tiramos porque lo habías encontrado en la Place de la Concorde, ya un poco roto, y lo usaste muchísimo, sobre todo para meterlo en las costillas de la gente en el metro y en los autobuses, siempre torpe y distraída".

Eso es lo que explica la canción y es el segundo párrafo. Más que un placer culposo es una rareza que me ha venido a la mente.

Vuelvo al tema: para un hombre, la pérdida es la desviación de la naturaleza, por decirlo de alguna manera. A nosotros nos criaron convencidos de que podemos imponer nuestra voluntad sobre cualquier cosa, que alguien querido se muera, por ejemplo, es impensable, porque nuestro poder debe superarlo todo, inclusive la muerte.

Y cuando sucede y no tiene reversa, te destroza. Las mujeres fluyen un poco más. Son un poco más conscientes de que vivimos en ciclos, que la vida es una constante sobreposición de bucles, y que todo termina alguna vez. Están un poco mejor preparadas.

Finalizando este programa de Radio culposo, la contraparte femenina. Está en la misma onda, lamentándose de la pérdida pero recogiendo los pedazos. A pesar de que no me gusta Bebé, esta canción (como buen placer culposo) me parece perfecta. Siempre me quedará.


Visto como va el día, algo para levantar el ánimo. A mi esta canción nunca me falla, es impresionante, y la prefiero mil veces a la tan famosa de la escena del paraguas.

El mayor placer sería poder echarse a bailar en medio de la oficina, pero no va a ser (al menos esta vez). Es lo que tiene el musical, que te hacer pensar que, por un momento, muchas cosas serían posibles.


Volvamos a las pérdidas. Este placer culposo no solo se manifiesta en grupos que admiro como a The Cure, sino en casi cualquier cosa. Hay un vallenato clásico, de un autor con poco éxitos, llamado Juancho Polo Valencia, que, en parte, explica un poco la forma de ver la muerte desde el sentimiento caribe. La canción trata de una novia del autor, Alicia, que se murió. Y él la recuerda.Tampoco tiene video oficial, y te paso la versión de Carlos Vives que es más fácil de oir. La cosa es: se le murió la novia adorada, pero el tipo compone un vallenato para que todos bailen. Y le dice a Alicia: “yo te recuerdo en todas mis parrandas”. El dolor se baila acá, ¿sabes? Todo se baila. Lloras, pero bailas.

Hola,
el placer culposo de hoy sale de una n una noche de verano muy caldeada (por motivos meteorológicos y gastronómicos) en una de estas reuniones de amigo, alguien se acercó al ordenador donde youtube nos mecía con su música y puso "esto". La canción es mala, el grupo es de quiceañeras, la letra es infame (e incluso diría que machista) y el cantante no sabe vocalizar. Pero toooooodo el mundo acabó coreando la cosa, porque, en realidad es para lo único que sirve esta canción, para ser coreada en momentos tales.

Además aparece en la banda sonora de una película para adolescentes (puaj) basada en una novela de Federico Moccia (puaj puaj). Es ese tipo de pelis que dan una noche mala en televisión, cuando no hay nada en ningún canal y que todo el mundo acaba viendo. lo descubres al día siguiente cuando en el metro o la oficina todo el mundo habla de ella, para criticar. Algo como lo tuyo con Los 4 fantásticos.

Pues bien, con todos ustedes, la canción que seguro pediría con bastantes cervezas de más para desgañitarme a gusto, en su versión videoclip presuntuoso... La tormenta de arena, de Dorian.



Recuerda que hay una subtrama en este relato: la forma en la que los hombres y las mujeres lidian, de manera distinta, con las pérdidas. Pero, a esa subtrama, se le cruza otra: la diferencia entre lo caribe y lo andino, que es un tema de fondo en Colombia, tal vez, el único país con esa dicotomía. Centro américa, Venezuela y las islas son 100% caribes; Perú, Chile, Argentina, Bolivia, Ecuador, 100% andinos; Colombia, 50% y 50%.

Bien, en el Caribe, las penas se bailan; en los andes, se beben. Hay algunos valses peruanos o ecuatorianos muy cargados de eso y un gran exponente de esa música que combina boleros, tangos y valses, y, en general, música para tomar trago es el ecuatoriano Julio Jaramillo. Es música de taberna, con rocola, donde vas a pasar tus penas ahogada en aguardiente. La carrera de Jaramillo se hizo, principalmente, en Colombia. Este es, tal vez, uno de sus mayores éxitos:  Ódiame.



Yo te replico con una tusa que se supone femenina pero que, escrita por un tipo, tiene mucho de sumisión más que de aceptación. Y contiene todo el desgarro de la copla. "Y sin embargo te quiero...". Aquí una tipa que tiene un niño ilegítimo pero que sigue queriendo al tipo, que la ningunea y la engaña... Muchas son desgarradoras: "que se me paren los pulsos si te dejo de queré".

La copla era la música popular en la España de los años 30, cuando llegó el franquismo, se apropió de ella. La autarquía del país en los 40 también era musical, y no entraba nada, así que la música del régimen era la copla. Y pasó a relacionarse directamente con el sur, con Andalucía, pero la verdad era que se trataba de la música popular que se cantaba en todas partes, por ejemplo en el Centro. La ecuación dictadura=copla hizo que las generaciones progresistas de las décadas siguientes se alejaran de ella, fuera viejuna, rancia, machista y paleta. Solo ha sido recuperada (e intelectualizada) desde la década de los 80 con un tipo que se llamaba Carlos Cano (queda para otro día su historia).
La censura también llegó a la copla. Por ejemplo, en Tatuaje, se decía "apoyá en el quicio de la mancebía" es decir, del prostíbulo, así que la cambiaron por "de tu casa un día".

Aquí la única versión que veo en youtube, la de Conchita Piquer, hija de la más mítica de las coplistas clásicas.

Resulta que nuestro héroe no solo era un total incapaz al momento de mover sus caderas o piernas al ritmo de Wilfrido Vargas, sino que, además, es hijo de un profesor de danzas y a pesar de darse cuenta de que la supervivencia de sus genes dependía, en la sociedad en la que vivía, de sus capacidades de bailar.

Pero una cosa es la torpeza corporal y otra el gusto: la música tropical, a nuestro héroe, no le parecía toda igual, una cosa eran los merengues, divertidos, simples, chistosos inclusive, y otra cosa era la salsa ochentera, vulgar, torpe y, sobre todo, de baja calidad. Esa salsa era creada, principalmente, en Cali, “la capital de la salsa”, según su propia autopromoción.

La salsa caleña es un ritmo ligeramente extraído de lo que Andrés Caicedo vivió en su época, básicamente en la percusión, pero con un gran énfasis en las melodías basadas en sintetizadores y en las voces; una forma más económica de producción. El peso que la salsa niuyolquina tiene en sus percusiones elaboradas, densas, cargadas y en sus cobres que llenan el espectro sonoro, se pierde completamente. Es, algo así, como la versión taiwanesa de la salsa de NY (taiwanesa según los estándares de los ochenta, claro).

Nos adentramos en el problema de la salsa de Cali. Esa fama de “la capital de la salsa”, creada a partir de lo barato, hizo metástasis e invadió el espectro de la producción colombiana de música de baile durante, digamos, dos décadas. El ritmo colombiano, por antonomasia, era la salsa y no la cumbia (por ejemplo) y creían, además, que era una versión del Pacífico colombiano. Como que la inmensa comunidad negra de la costa pacífica fuera la culpable de ese adefesio. De la fama de la pornosalsa se desprenden las innumerables escuelas de baile de salsa que crecieron en Cali por esos años. No sé si has visto esos “campeonatos de salsa” que organizan en USA de vez en cuando. Las escuelas caleñas siempre se lo ganan. Es una salsa espectáculo, de acrobacia, en grupo, con coreografías gimnásticas.

Bien, llegamos al nudo de nuestro episodio de hoy: a raíz del éxito de la selección colombiana de fútbol en el pasado mundial de Brasil, por sus bailes en las celebraciones de los goles, en este país nos enteramos de un ritmo que estaba surgiendo en el Valle (el departamento cuya capital es Cali) y a lo largo del Pacífico. Es una verdadera apropiación de la salsa, con ritmos básicos, con una calidad de producción muy baja (tipo reguetón), pero propia de quienes la hacían: una verdadera salsa colombiana, negra: la salsa choke. Casi que no se puede ver como salsa, porque ni siquiera se baila igual. Así como el Caribe colombiano tiene un ritmo propio, de baja calidad, pero producido por ellos mismos, la champeta, así el Pacífico tiene su ritmo propio de exportación. Es un fenómeno como el de el funk carioca: ritmo de barriada, con djs o intérpretes de favela, música de ellos para ellos. Y nuestro héroe, que ha pasado por todo un proceso de reconversión y luego de muchos años entendió la importancia de la música de baile, tiene un gusto culposo por una canción de salsa choke específica: La Tusa, del grupo Integración Casanova. Una tusa es lo que te queda cuando te rompen el corazón, un desamor, despecho, pero en este caso, se usa como sinónimo de envidia.


El sábado por la mañana, es decir, tiempo de limpiar la casa y, como siempre, tengo la radio para acompañarme. El "A vivir que son dos días" (sí, aquí también está ese mismo programa) ha cambiado de director y ahora hay un tipo que ha vivido mucho tiempo en EUA. Todas las sintonías de sección son ahora versiones americanas muy buenas. Una de ellas es esta culposa. Me volví adicta a ella... a esta versión de la canción (que de hecho me costó reconocer). Es de poner en una fiesta, al final... anunciar la canción y que salté ESTO. Señoras y señores, la versión más glamourosa de la canción más grunge:

Las diferentes maneras de expresar las pérdidas y, sobre todo, de lidiar con las pérdidas varían de región en región, efectivamente. Hasta ahora, las voces son masculinaseso me recuerda siempre la crítica de Borges a Gardel y a sus herederos: el tango, que era algo 100% masculino se “ablandó” con Gardel, que buscaba conquistar a las muchachas. Bueno, vuelvo al tema: desde el colegio (masculino ¿recuerdas?) nos insistían en que las mujeres son más fuertes que los hombres. Una mujer puede lidiar mejor que un hombre con las pérdidas, están mejor preparadas para soportar el dolor para superarlo.

A nosotros nos criaron convencidos de que podemos imponer nuestra voluntad sobre cualquier cosa. Que alguien querido se muera, por ejemplo, es impensable, porque nuestro poder debe superarlo todo, inclusive la muerte. Y cuando sucede y no tiene reversa, te destroza. Así, encontré la que, creo, es la canción perfecta de la “tusa” masculina. Una producción musical maravillosa, alcanzas a escuchar tres capas vocales de Draco y mi frase favorita: “solo por ti viví”.

Pero lo que importa es lo que dice de fondo, al final: “voy a buscarte para que vuelvas a mi y así nos volvamos a enamorar”. No lo acepta. Los hombres no aceptamos las pérdidas. Draco dice, finalmente, que ella va a volver, y va a volver porque él quiere y que la voluntad masculina lo puede.

Si yo fuera una rica heredera de una familia judía del East Side, esto no sería objeto de nuestro comentario. Es más, sería una pasión cultivada y jaleada. Pero no, estamos en una ciudad bañada por el mediterráneo, en un barrio de menestrales que oyen rock catalán.

La cuestión, querido, es que de manera infortunada he de reconocer que me gustan los musicales. Tuve mi etapa Andrew Lloyd Weber, mi etapa George Gershwin hasta que descubrí mi preferido entre los preferidos: Stephen Sondheim (por favor, todos de pie). El tipo empezó haciendo las letras de West Side Story (vale, "María, María" no es un delirio de rima...) pero ha acabado construyendo los musicales más inteligentes de los últimos años.Es el tipo que renovó Broadway. Él hizo en los 70 en el teatro musical lo que Pirandello en el teatro de texto en los años 20: la primera obra sin argumento y con saltos temporales donde no había un chico que se enamoraba de una chica.

Company es esa obra. La adoro. Precisamente arranca en la fiesta de cumpleaños de un tipo soltero, y todas canciones explican partes de las realaciones de pareja. Es ese momento en que Bergman y Woody Allen están también dándole al tema. Sondheim te demuestra que el musical puede abordarlo también. En youtube se puede ver cómo se grabó el disco. Sale el propio Sondheim dirigiendo y Dean Jones en una actuación espectacular (el tipo solo grabó el disco y dio dos semanas de representaciones porque le afectó tanto el personaje que inició su divorcio). Aunque si me tengo que quedar con una canción, seguramente sería Merry me a little, que es la mejor descripción de la pareja que he oído. "Passionate as hell, always in control". Aquí una versión moderna, con Raúl Esparza.

Vuelvo a montar una absurda teoría sobre el género de la música popular con temas de pérdida: las hay masculinas y femeninas. Comencemos, por supuesto, el más común de todos: las pérdidas amorosas. Lo que me atrae, morbosamente, no es tanto la descripción de la pérdida, sino la reacción de quien pierde. Eso se debe, creo yo, principalmente al haber crecido con The Cure y su constante desamor: los brillantes ochentas. Pero es como una atracción insana por la desgracia.

Hay una canción de The Cure con la que quiero comenzar, no con desamor (Pictures of you es el mejor ejemplo: "There is nothing in the world that I ever wanted more, than to feel you deep in my heart"), sino con una pequeña rareza, que parece una canción dirigida a alguien que se está muriendo: Breath, The Cure. Es el lado B del sencillo de 1987 Why Can’t I be you? del triple beso.

Hola,

Sigamos pues con esos placeres. Esta en una canción que ponen en las fiestas de pueblo e incluso en las bodas para animar a la gente a salir a bailar... Seguramente se acerca al "sonido paisa". Durante el franquismo se toleraron algunos grupos o cantantes cercanos al pop y al twist en un intento de alejarse de los melenudos que cantaban en inglés. Este es uno de esos casos, pero algo se les "coló" a los censores: esta canción habla de que te tienes que tener una novia moderna, que cante en inglés (aunque la tipa que cante lo haga en castellano). Y la cantante va con un vestido ceñido y el pelo cardado... lo más de lo más en su época. (cardado=peinado de punta a raíz, tieso).

De hecho es una de las canciones preferidas de mi madre. Y si sale aquí es porque con esta canción, mi mamá me enseñó a "bailar moderno" (es decir, bailar sin pareja) cuando yo debía tener como unos 7 años. [Aparte: los que no tenemos hermanos aprendemos algunas cosas de manera un tanto extrañas...]. En el vídeo, una muestra de fiesta desenfrenada en la España de los 60 (un guateque). El tocadiscos (pick up) era fundamental en ellas. La canción creo que es del año 1965.



Hola, empecemos pues con la lista de placeres culposos. Como compruebas, los colombianos tenemos una alta resistencia al ridículo.

Siempre me ha gustado Roberto Carlos, el baladista brasileño. En el colegio, en misa, cantábamos la típica de “Amigo” o, peor aún, “Jesucristo, jesucristo, yo estoy aquí”. Luego de salir del colegio, masculino y católico, ingresé a la universidad, espacio abierto de librepensadores, el grunge hizo que Roberto Carlos se ocultara agazapado, en algún lugar del cerebro. De vez en cuando, saltaba con Mi cacharrito, a modo de “ya amaneció, por favor váyanse de mi casa” en las fiestas que armábamos entonces. Muchos años después, frente a una tienda de discos de São Paulo, Roberto Carlos dio un brinco a la consciencia: la tienda, pequeña, dedicaba el 25% de su espacio a Roberto Carlos cantando en portugués, otro 25% a Julio Iglesias cantando en portugués y el 50% al resto. Mi host de aquella ocasión me habría de confesar que su niñez estuvo trazada por Roberto Carlos y Julio Iglesias, casi como la mía. Era, tal vez, el único punto de contacto musical que la américa hispanoparlante tenía con la portuguesa, en la música popular. En todo lo demás, Brasil se me antojaba como un país de otro continente. Anselmo me mostró un par de canciones populares, muy exitosas, que resultaron ser covers de un merengue dominicano de los 90s y de una canción de Fito Páez. Él creía que eran brasileñas; nunca en su vida había oído un merengue. Pero el puente, popular, era Roberto Carlos/Julio Iglesias. Siempre odié a J.I. así que me quedé con R.C.

Para el día de hoy, queridos oyentes, les traigo: “El gato que está triste y azul”:

Hola,

No sé si Loquillo llegó a cruzar el Charco. Supongo que sí. Esta es una de sus canciones míticas aquí, yo diría que una de las que mejor describe mi ciudad. Es curioso porque aparecía en un disco del año 84 (El ritmo del garaje) de cuando Loquillo era Movida (ya hablamos de ese momento antes) pero somos muchos los que la descubrimos algo más mayores, con el disco en directo A por ellos.... En la grabación de ese disco ves cómo todo el mundo se la sabía y la coreaba. Un caso de canción que va ganando con los años. Yo la encontré entonces, porque en la primera grabación todavía estaba escuchando Parchís (una versión española de Menudos).

La letra de esta preciosidad es de Sabino Méndez, el poeta del grupo que lo abandonó posteriormente. La letra te explica la visión de un tipo que mira la ciudad desde uno de nuestros cerros, el Tibidabo. Con todos ustedes, Cadillac solitario, de Loquillo y los trogloditas.





Hola,

Te comienzo la historia de hoy, no garantizo terminarla, cualquier emergencia puede, efectivamente, emerger. Comienza así: Totó La Momposina es una cantante de música tradicional de la costa atlántica, de finales del siglo XX. Se hizo en el tradicional pueblo de Mompox, enclavado en una isla del Magdalena, tradicional y lleno de fervor religioso, de ahí viene lo de momposino. Es un pueblo de mulatos, a unas 5 horas de carretera del mar (el que sean costeños no quiere decir que vivan en la costa, una de las contradicciones de este país). Totó se dedica a rescatar música de palenques (las poblaciones a las que los negros cimarrones huían de sus amos españoles), que es la conexión más fuerte que tenemos con África y, por una serie de coincidencias de esas que da la vida, Peter Gabriel, cuando inicia su proyecto de World Music, la escucha, la invita a Londres a grabar un disco (muy recomendado, por cierto). Allí, como parte del staff del sello discográfico, hay un joven ingeniero de sonido que hace parte de la producción: Richard Blair, que se enamora de la música de Totó y decide venir a Colombia a averiguar qué paraíso flotando en nubes de cielos azules y mariposas amarillas, arrulladas por la brisa suave de los ríos que atraviesan una selva de flores es este. A pesar de que Colombia es otra cosa, se queda, y decide comenzar a experimentar con lo que hacía en Londres: DJ, con el nombre de Sidestepper.

Entonces, DJ Sidestepper inicia trabajando con percusión “nativa”, trayendo cantaoras, incluyendo cantantes y asociándose con grandes músicos colombianos, que estaban bajo el ala de Carlos Vives. Sobre todo, su mejor momento, fue cuando comenzó a trabajar con Iván Benavides, el compositor de la inmensamente hermosa La tierra del olvido (y que conste que no me gusta mucho Carlos Vives). Así se convirtió en banda: simplemente Sidestepper y fue uno de los pioneros de lo que acá llaman cumbia electrónica, impulsando gente como Bomba Estéreo, Onda Trópica, Systema Solar, Papaya Republic. Además, puso en las discotecas, en general, la música fusión colombiana desde rock con guasca (un ritmo campesino de la meseta cundiboyacense) hasta jazz con pasillo, la música del pacífico colombiano brincó, también, y lo afro, “contaminado” en Bogotá, se volvió furor, como un tercer nacimiento de la cumbia, luego de la expansión de mediados del siglo pasado. La expansión o segundo nacimiento de la cumbia, es una historia larga, pero termina con el nacimiento de la cumbia mexicana, la cumbia peruana y la cumbia argentina, entre otras.

Entonces, pues, música de Sidestepper: tal vez, la canción más sonada: Más Papaya.




Y un bonus track, Deja (la letra, por cierto, proviene de una pinta de Yagé).


Hola,

Hoy vamos un poco más allá, ese momento en que superamos el año 2000, ya éramos mayorcitos. Aquí surgió una nueva categoría social: los gafapastas. Snobs, cultivados, con un Murakami bajo el brazo (que no habían leído). Este grupo era su fetiche.
Comenzaron cantanto en inglés em 1997, de puro pretencioso, pero vieron que su público les adoptaba mejor en castellano. El nombre sí les quedó: Love of Lesbian. Su cantante es un tipo con la voz engolada, Santi Balmes. En su momento no me hacían la menor gracia, pero hace unos 3 años, mientras estudiaba el Máster de gestión cultural, encontré a varias fans del grupo, casi me lo metieron por intravenosa... y al final he de reconocer que tienen discos buenos y algunas canciones memorables. Quizás la más conocida sea Club de fans de John Boy, pero yo voy con otra.
La canción que te propongo es Allí donde solíamos gritar. El videoclip está grabado en una zona de Barcelona donde yo voy bastante (la montaña de Montjuïc) porque tiene muy buenas vistas (no solo del puerto, también de la ciudad) y es un buen lugar para la contemplación. Salen muchos lugares de la ciudad en realidad... Y hay un verso que me gusta: "diez años antes de este ahora sin edad" Volvemos a ese tema que siempre arrastramos, hacerse mayor, que ahí está bien descrito (o al menos a mi me dice algo).Ahí va.



Hola, terminan los 90s (¿recuerdas? la época del self-destruct sumado al forever-young) y la muerte de Cobain ya es solo una resaca. Todo lo que creíamos era “underground” se volvió “mainstream”, ocultó su cabeza o, simplemente, murió. MTV ya no era una fuente para buscar nueva música, mejor Napster, mejor Internet, en general. Y las fuerzas no aguantaban para estar cada fin de semana en un pogo distinto.

Bogotá es una ciudad encerrada, sin espacio público, donde la gente no se conoce, no se habla, se trata a las patadas, se odia, solo existen los espacios privados. En la casa, somos amables, pero estamos vigilados. En el colegio, somos lanzados, pero estamos vigilados. En la universidad, somos salvajes, pero, un poco menos, estamos vigilados. En el bar, no, no hay vigilancia, y es de noche. Y, como dice La maldita vecindad, “Sol, no sabes lo que pasa. Esta es la noche y de la noche son las cosas del amor”. (Siempre lo olvido: bar=discoteca). El bar, entonces, es el sitio donde el bogotano se transforma, se convierte en una máquina de ligar (el ligar español), porque baila y a través del baile conoce, socializa, comprende. Bien, los rebeldes nos negábamos a eso. No podía pasar de saltar con Pearl Jam a bailar con Wilfrido Vargas en un mismo paso. Había que buscar algo...

Este grupo había pasado del trip-hop denso noventero a algo más discotequero, con más swing, con más funk, con más disco: Diva Gash:


Entonces, te complemento con esas dos referencias. Primero, los mexicanos de Monterrey (ciudad de frontera, tex-mex), Plastilina Mosh:

 
Y los venezolanos, más cercanos al merengue ochentero que emanaba de Venezuela, Los Amigos Invisibles:


Y resulta que, a diferencia de tener que volarse la cabeza con una escopeta en un ataque de depresión, uno se puede disfrutar, bailar (más o menos) y una que otra chica atraer y romper el cerco que Bogotá te impone en cuestiones de relaciones sociales. Finalmente, darte cuenta que tienes algo de sangre latina corriendo por tus venas (no eres de Seattle, hombre, no) y puedes, inclusive, mezclar sonidos de Cartagena con sonidos de Brixton.
Hola,

Hoy debería haber cruzado el Charco un tipo que me encanta. También ochentas-noventas.
El contexto: mientras en Barcelona el Gato Pérez revoluciona la música popular y otros se dedican a la "música galáctica" y la Onda Layetana (esto es para otro día), en Madrid los hijos de la burguesía (que podían comprar amplificadores, instrumentos y tenían posibles para viajar al extranjero) se dedicaron a montar grupos de rock-pop-punk. Cualquier cosa alejada de los cantautores de los 70 guitarra en ristre.
Se reunían en locales de moda como Rockola y daban conciertos en las universidades donde ellos estudiaban y sus papás daban clase. Eso se llama "movida madrileña". Ahí encuentras a Alaska, Mecano, Gabinete Caligari, Radio Futura... ¿Alguno llegó allá?
Salían en la televisión y en la radio a todas horas, con su pelo largo (pero no excesivo), sus medias rotas (en el caso de las chicas), sus camisas dentro de los pantalones y sus caritas pálidas, no precisamente por el maquillaje expresionista sino por el consumo de sustancias. Pero eso, la generación anterior (los dueños de la tele) lo obviaba.
Mientras comenzaron a caer por la heroína los baterías o algunos "greñudos" la cosa era inteligible: los chicos malos acaban mal. No extrañaba entonces que Kurt Kobain acabara con su ascenso a los cielos... Pero cuando comenzaron a caer los cantantes de grupos pop para niñas, esos hijos de papá con cara de no haber roto un plato nunca, en ese momento se rompió el hilo de plata que sujetaba la historia.
Algunos cayeron fulminados. Enrique Urquijo, el cantante y letrista de Los Secretos, fue encontrado muerto en la portería de un edificio de Madrid. Es como si mañana al salir del ascensor te tropezaras con Calamaro o Cerati con la hipodérmica aun puesta...
Si Enrique Urquijo fue uno de los James Dean de la movida madrileña, su reverso torturado fue Antonio Vega. En los 80 fue el líder de Nacha pop (los de La chica de ayer) pero luego comenzó carrera en solitario, en una espiral de degradación física a causa de las drogas. ¿Nacha Pop llegó?
Lucha de gigantes, que oyes en Amores perros, es precisamente una de las mejores de Antonio Vega, pero ya cuando iba solo. Cuenta su experiencia con las drogas precisamente, es la época que te digo
En su acta de defunción, hace seis años, puede poner cáncer de pulmón, pero fue un desgaste anterior el que acabó con él. Durante casi una década estuvo apareciendo y desapareciendo de escena, dejando de repente canciones buenísimas cuando había gente que ya lo daba por muerto. Sus últimas actuaciones son desgarradoras, innecesarias diría yo, demasiadas cicatrices. Lucha me gusta mucho pero, de todas sus canciones, mi preferida es esta pieza que es pura nostalgia: El sitio de  mi recreo.



Hola, veamos entonces algunos temas que merecerían haber cruzado el Charco...

Corría, entonces, el año 1991. Los ochentas nos habían abandonado, así como los colores neón, los peinados crespos y los ritmos sintetizados; ahora la gente usaba camisas leñadoras, cabello liso y largo. Acabábamos de cambiar de Constitución en Colombia por una que consideraba a las personas seres humanos: a los indios, a las mujeres, a los negros, a los homosexuales. Nuestro mercado ya no era controlado y podíamos consumir productos importados como CocaCola, Aspirina y McDonalds.

Esa apertura generó una contracultura subterránea musical muy influenciada por el grunge, pero, especialmente, por el punk que vive en nosotros; es como esas enfermedades latentes. El punk corría por nuestras venas, pero no se manifestaba por cuestiones de una sociedad cerrada: el glam, el pop, la música tropical, lo impedían.

Esa explosión subterránea, aupada por los Red Hot Chili Peppers, Pearl Jam, Nirvana y, sobre todo, el rock mexicano y argentino, hizo surgir varios grupos en nuestra dolida Bogotá. La gente buscaba sonidos y letras más cercanas (algo como la Londres de 1976), más raizales, muy al estilo mexicano, repito, con mariachis sonando al fondo de un ritmo grunge.

De allí, surgieron tres grupos que dominaron, en cierta medida, los toques (toque: m. dícese de presentación pública, en sitios cerrados o al aire libre, de grupos de origen punk, cuya audiencia, generalmente, perdía el control en algún momento). En orden de importancia: 1280 almas, La Derecha y Los Aterciopelados.

La Derecha. Era un grupo conformado por Mario Duarte (voz), Josué Duarte, el hermano (batería), Juan Carlos Rivas (bajista de grupos de Jazz) y Carlos Olarte, conocido como “Panelo” (percusión).

Josué, baterista de conservatorio (de la Universidad Nacional, mi universidad) y Juan Carlos Rivas, aportaban la “exquisitez” musical. En mi hipótesis de que todos vemos el mundo desde un punto de vista punk o metal que ya te conté alguna vez, ellos dos representaban el factor “metal” en el grupo, mientras que el Panelo y Mario eran los punkeros.

El Panelo se mató en un accidente de moto y el grupo se disolvió a pesar de que no aportaba gran cosa musicalmente (tocar congas o bongos en un grupo de punk no es gran aporte, la verdad); pero en el grupo la cosa dejó de funcionar.

Ahora, quiero que veas el video de, tal vez, la canción más famosa de ellos. El video es de 1996, posterior a nuestro momento histórico, pero lo representa bien. Con una de las modelos más deseadas del momento, Liana Gretel: Ay, que dolor.



Y quiero que, posteriormente, del mismo disco (llamado La Derecha) oigas mi canción favorita: Be A Ele A De A (tienes oir el video desde el minuto 24:53, porque está el disco completo). Te darás cuenta, lo que mejor distingue a Mario Duarte es que, básicamente, no canta. Recita la letra.



Luego de casi 20 años, La Derecha se vuelve a reunir .Yo imaginaba una re-unión al estilo Led Zeppelin o, peor aún, Kiss o Motley Crue: tipos de 50 años, simulando ser tipos de 20, volviendo a los 90s, volvemos a ser forever-young-self-destruct. Y dije: “estoy muy viejo para ver a La Derecha actuar como niños”, hasta que escuché y vi el primer sencillo del nuevo álbum: El Puñal.

Solo puedo decir: gracias. Se envejecieron, como yo; su sensibilidad es la mía ahora. Entiendo el video, como entendía Ay que dolor, hace 20 años,  como si hubieran caminado conmigo todos estos años.

Hola, cuando me hablas de salir de "rumba" yo siempre pienso en la rumba catalana, que es la música típica de las verbenas, de las fiestas en la calle.

Parte de la rumba flamenca, pero modificada por los gitanos que vivían en Catalunya. Luego en los 70 vino un músico argentino, Gato Pérez, que le sumó el "alma negra" a la raíz gitana. Y esta canción te explica un poco eso la mezcla entre gitanos y morenos hecha por un blanco americano. La rumba de Gato Pérez es la música de la transición a la democracia en la ciudad, los años en que se volvía a tomar las calles, las fiestas populares... después de la dictadura. Tiene más canciones muy recomendables: La rumba de Barcelona, Se fuerza la máquina...

La canción que te dejo es Gitanitos y morenos. Es para mi el mejor ejemplo de "rumba catalana":

Hola, después de todo lo de hoy, te remato el día con la cosa mas edulcorada de los 80s. Además, los videos eran todos iguales: piano en un cuarto vacío, las cortinas se mueven al viento tras las ventanas abiertas... Bajo tu responsabilidad.

Hola, espero que el día pase como dice la canción, volando.

No sé si conoces a Camarón, el tipo más más influyente del flamenco de los últimos 40 años. La leyenda del tiempo es una pasada de disco, empezó a tocar con gente que venía del rock y el jazz y es super onírico. Verás la importancia de la percusión en el flamenco, más allá de las voces algo "gritonas" por las que se conoce habitualmente o de los zapateados.

La canción es de Kiko Veneno, que con su grupo consiguió hacer del flamenco algo más cercano al pop. Hay alguna canción suya en la peli El otro lado de la cama.

En La leyenda hay musicados versos de Lorca, muy bellos también (la canción que da título al álbum). Enjoy.