Charles King. El Chocho

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La primera vez que estuve en San Andrés, una isla colombiana en medio del Caribe, escuché un ritmo llamado “Terapia”. En un hotel, con vista al mar, con un destornillador en la mano (me refiero al coctel), se presentaba un grupo de música terapia. La Terapia, es un ritmo muy básico, hijo de la soka y el calipso jamaiquino. A mi siempre me había parecido algo muy tonto y repetitivo, pero en medio de la playa, el calor, la gente bailando, los músicos, etc, pues suena muy bien. Esa terapia aterriza en la costa colombiana, junto con el raggamuffin (o dancehall) de Jamaica y otras vertientes totalmente africanas provenientes de un antiguo palenque (los sitios donde se escondían los negros cimarrones o esclavos que se escapaban de sus amos) oculto por varias montañas en el departamento de Bolivar: San Basilio de Palenque.

San Basilio es un bastión de la africanidad, porque estuvieron aislados 100 años del resto del país, ocultos, manteniendo sus raíces. Esa fuente alimenta a las negritudes de Cartagena, y allí nace la Champeta, que es un ritmo aún más básico, hecho para acompañar a los picós (una abreviación de pick-up, es decir, una camioneta de platón) que son superparlantes que se transportan en esas camionetas y recorren los pueblos llevando música y rumba, al estilo de los SoundSystem jamaiquinos.Y al estilo de los jamaiquinos y el Dub, la champeta es una creación local, primitiva, de DJs y MCs. Por supuesto, al ser de origen tan popular, en una ciudad tan elitista como Cartagena, todo lo que tenga que ver con champeta es vulgar, obsceno, inferior. “Champetudo" era un adjetivo de desprecio en los 80s y 90s (aún hoy lo es).

Cuando ese ritmo llega a Bogotá, también es calificado de obsceno y vulgar, pero, con la revitalización de lo popular en los 2000’s se vuelve muy comercial. Este es el mejor ejemplo. No me hagas dar más explicaciones sobre el título para no avergonzarme.