Pero una cosa es la torpeza corporal y otra el gusto: la música tropical, a nuestro héroe, no le parecía toda igual, una cosa eran los merengues, divertidos, simples, chistosos inclusive, y otra cosa era la salsa ochentera, vulgar, torpe y, sobre todo, de baja calidad. Esa salsa era creada, principalmente, en Cali, “la capital de la salsa”, según su propia autopromoción.
La salsa caleña es un ritmo ligeramente extraído de lo que Andrés Caicedo vivió en su época, básicamente en la percusión, pero con un gran énfasis en las melodías basadas en sintetizadores y en las voces; una forma más económica de producción. El peso que la salsa niuyolquina tiene en sus percusiones elaboradas, densas, cargadas y en sus cobres que llenan el espectro sonoro, se pierde completamente. Es, algo así, como la versión taiwanesa de la salsa de NY (taiwanesa según los estándares de los ochenta, claro).
Nos adentramos en el problema de la salsa de Cali. Esa fama de “la capital de la salsa”, creada a partir de lo barato, hizo metástasis e invadió el espectro de la producción colombiana de música de baile durante, digamos, dos décadas. El ritmo colombiano, por antonomasia, era la salsa y no la cumbia (por ejemplo) y creían, además, que era una versión del Pacífico colombiano. Como que la inmensa comunidad negra de la costa pacífica fuera la culpable de ese adefesio. De la fama de la pornosalsa se desprenden las innumerables escuelas de baile de salsa que crecieron en Cali por esos años. No sé si has visto esos “campeonatos de salsa” que organizan en USA de vez en cuando. Las escuelas caleñas siempre se lo ganan. Es una salsa espectáculo, de acrobacia, en grupo, con coreografías gimnásticas.
Bien, llegamos al nudo de nuestro episodio de hoy: a raíz del éxito de la selección colombiana de fútbol en el pasado mundial de Brasil, por sus bailes en las celebraciones de los goles, en este país nos enteramos de un ritmo que estaba surgiendo en el Valle (el departamento cuya capital es Cali) y a lo largo del Pacífico. Es una verdadera apropiación de la salsa, con ritmos básicos, con una calidad de producción muy baja (tipo reguetón), pero propia de quienes la hacían: una verdadera salsa colombiana, negra: la salsa choke. Casi que no se puede ver como salsa, porque ni siquiera se baila igual. Así como el Caribe colombiano tiene un ritmo propio, de baja calidad, pero producido por ellos mismos, la champeta, así el Pacífico tiene su ritmo propio de exportación. Es un fenómeno como el de el funk carioca: ritmo de barriada, con djs o intérpretes de favela, música de ellos para ellos. Y nuestro héroe, que ha pasado por todo un proceso de reconversión y luego de muchos años entendió la importancia de la música de baile, tiene un gusto culposo por una canción de salsa choke específica: La Tusa, del grupo Integración Casanova. Una tusa es lo que te queda cuando te rompen el corazón, un desamor, despecho, pero en este caso, se usa como sinónimo de envidia.